lunes, 27 de octubre de 2014
El fariseo y el publicano
Resulta que al final… el malo es el bueno y el
que se creía bueno… ¿Cómo es eso? ¿Qué es lo que ha pasado?
miércoles, 22 de octubre de 2014
LAS COSAS DE DON BOSCO
Como cada jueves os traemos un trocito de la vida de don Bosco, esta vez contada por sus cosas, las cosas de Don Bosco.
"Soy el granero de la casita de I Becchi. Nací pequeño y humilde; siempre dispuesto a ofrecer lo mejor de mí mismo. Estaba formado por tres compartimentos. El más grande para las mazorcas de maíz; los otros dos, para el trigo y la cebada.
Los graneros aprendemos desde pequeños la única lección que guía nuestra existencia: dar y recibir. Hacia el final del verano recogemos en nuestro interior el milagro de la cosecha. Durante el invierno ofrecemos el grano, anticipo de hogazas compartidas.
Siempre cumplí mi misión... hasta que sobrevinieron aquellos años de terrible escasez, "el tiempo del gran miedo". Todas las cosechas se malograron a causa de unos inviernos de fuertes heladas y unos veranos de atroces sequías.
Mis reservas disminuían. Al principio tan solo lo notó Mamá Margarita. Su preocupación se transformó en temor. Hacía pocos meses que había quedado viuda. La responsabilidad le abrumaba. Cuando comprobó que no quedaba ni trigo, ni cebada, ni maíz, su miedo se convirtió en angustia... ¿Cómo alimentar a sus pequeños y a la abuela?
Mi fortaleza se debilitó. Temblaba al escuchar historias de gentes muertas de hambre por los caminos.
Aunque me esforcé por ser un granero responsable, un día Mamá Margarita tuvo que barrer mi rugoso suelo para hacer acopio del último puñado de trigo. Decepcionado de mí mismo, desee mi final. Un granero vacío no merece vivir. Perdí la noción del tiempo. Los sonidos se tornaron lejanos. Mi último recuerdo fueron las voces de Antonio, José y Juan, los hijos de Mamá Margarita, que suplicaban un poco de pan entre sollozos. Luego, el silencio oscuro del hambre.
No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que regresé a la luz. Al principio creí que el milagro se debía a los cuatro sacos de trigo que , comprados por Mamá Margarita a precio de oro, llenaban nuevamente mis paredes vacías. Pero lo que realmente me devolvió a la vida fueron las palabras que Mamá Margarita repitió a sus hijos como una oración: "Vuestro padre me dijo antes de morir que confiara en Dios, que rezara y tuviera coraje. En casos extremos, remedios extremos".
Han pasado muchos años. Aunque sigo siendo un humilde granero, aquella frase todavía resuena en mí. Y es que Juan Bosco, ahora sacerdote, se la repite cada otoño a los chicos pobres de Turín que trae de excursión a I Becchi. Ambos aprendimos de Mamá Margarita que la fe en Dios, la valentía y el trabajo incansable renuevan diariamente el milagro de un granero lleno de pan para los hijos. El mismo prodigio que Don Bosco repite cada día para los chicos pobres de Turín que acoge en su oratorio."
"Soy el granero de la casita de I Becchi. Nací pequeño y humilde; siempre dispuesto a ofrecer lo mejor de mí mismo. Estaba formado por tres compartimentos. El más grande para las mazorcas de maíz; los otros dos, para el trigo y la cebada.
Los graneros aprendemos desde pequeños la única lección que guía nuestra existencia: dar y recibir. Hacia el final del verano recogemos en nuestro interior el milagro de la cosecha. Durante el invierno ofrecemos el grano, anticipo de hogazas compartidas.
Siempre cumplí mi misión... hasta que sobrevinieron aquellos años de terrible escasez, "el tiempo del gran miedo". Todas las cosechas se malograron a causa de unos inviernos de fuertes heladas y unos veranos de atroces sequías.
Mis reservas disminuían. Al principio tan solo lo notó Mamá Margarita. Su preocupación se transformó en temor. Hacía pocos meses que había quedado viuda. La responsabilidad le abrumaba. Cuando comprobó que no quedaba ni trigo, ni cebada, ni maíz, su miedo se convirtió en angustia... ¿Cómo alimentar a sus pequeños y a la abuela?
Mi fortaleza se debilitó. Temblaba al escuchar historias de gentes muertas de hambre por los caminos.
Aunque me esforcé por ser un granero responsable, un día Mamá Margarita tuvo que barrer mi rugoso suelo para hacer acopio del último puñado de trigo. Decepcionado de mí mismo, desee mi final. Un granero vacío no merece vivir. Perdí la noción del tiempo. Los sonidos se tornaron lejanos. Mi último recuerdo fueron las voces de Antonio, José y Juan, los hijos de Mamá Margarita, que suplicaban un poco de pan entre sollozos. Luego, el silencio oscuro del hambre.
No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que regresé a la luz. Al principio creí que el milagro se debía a los cuatro sacos de trigo que , comprados por Mamá Margarita a precio de oro, llenaban nuevamente mis paredes vacías. Pero lo que realmente me devolvió a la vida fueron las palabras que Mamá Margarita repitió a sus hijos como una oración: "Vuestro padre me dijo antes de morir que confiara en Dios, que rezara y tuviera coraje. En casos extremos, remedios extremos".
Han pasado muchos años. Aunque sigo siendo un humilde granero, aquella frase todavía resuena en mí. Y es que Juan Bosco, ahora sacerdote, se la repite cada otoño a los chicos pobres de Turín que trae de excursión a I Becchi. Ambos aprendimos de Mamá Margarita que la fe en Dios, la valentía y el trabajo incansable renuevan diariamente el milagro de un granero lleno de pan para los hijos. El mismo prodigio que Don Bosco repite cada día para los chicos pobres de Turín que acoge en su oratorio."
Las cosas de Don Bosco. CCS
José Joaquín Gómez Palacios
martes, 21 de octubre de 2014
HABLEMOS DE EMOCIONES
Paula y su pelo multicolor, fantástico cuento para hablar con los más pequeños de nuestras emociones, y aprender a identificarlas.
lunes, 20 de octubre de 2014
miércoles, 15 de octubre de 2014
Salesianos misioneros
Esta semana
estamos hablando de las misiones y los misioneros, y es que ya Don Bosco vio la
importancia de que hubiera misioneros, por eso hoy os vamos a hablar sobre los
primeros Misioneros salesianos.
Para hablar de
este tema hay que tener siempre muy presente que Don Bosco ya llevaba años
pensando y sopesando cómo podría ayudar a esas personas que estaban a miles de
kilómetros y que ni conocía, pero que sabía que necesitaban la ayuda de alguien
y había niños y jóvenes completamente
abandonados a su suerte.
Don Bosco
sabía que se iba a encontrar con muchos y duros quebraderos de cabeza, pero
—por encima de todo— estaba convencido de ello y sabía que Dios, a través de
personas importantes, se lo estaba pidiendo.
El “Padre de
la juventud” tenía muy claro cuál era la misión de sus misioneros, sobre todo
en esta primera expedición a la Patagonia: «la gloria de Dios y las muchas
almas a salvar […], los niños y jóvenes abandonados, necesitados de atención y
ayuda».
Comentemos
algo de esta primera expedición. Lo primero y muy importante fue que Don Bosco
no envío al cargo de ella a cualquiera, sino que escogió a uno de los mejores
(por supuesto, con su consentimiento; ya que Don Bosco nunca envió a quien no
quería ir): Juan Cagliero, que en 1884 llegó a ser ordenado obispo y,
posteriormente, fue nombrado Cardenal.
Don Bosco
acompañó a sus primeros Salesianos hasta el puerto de donde saldría la
embarcación, con esperanza, pero con sentido de la realidad y del dolor que
supone la separación, ya que sabía que no volvería a ver a muchos de ellos. Un
14 de noviembre de 1875, a las dos de la tarde, zarpó la embarcación de la
Compañía Francesa de Transportes Marítimos de Marsella —se llamaba “Savoie”—,
llevando la primera expedición de misioneros salesianos con destino a la
Patagonia, con Juan Cagliero al cargo, recibiendo las últimas recomendaciones
del mismo Don Bosco.
Todo esto, y
lo que se encontraron al llegar, Don Bosco lo había visto en un sueño que tuvo
en 1872 y que contó por primera vez al Papa Pío IX en marzo de 1876. Después, y
en privado, también se lo contó a otros Salesianos.
Hubo muchas
más expediciones que se fueron propagando por el resto del mundo, todas ellas
con el mismo lema salesiano que la primera: atención a los jóvenes y más
necesitados, creando escuelas, talleres e intentando sacar alguna vocación.
martes, 14 de octubre de 2014
lunes, 13 de octubre de 2014
miércoles, 8 de octubre de 2014
lunes, 6 de octubre de 2014
jueves, 2 de octubre de 2014
Buenos días 2 octubre
Como cada jueves vamos a hablar de Don Bosco, a conocerle un poco más.
Don Bosco solía tener sueños que tiempo después
interpretaba y le enseñaban muchas cosas. Uno de ellos es el conocido como
“Sueño de los diez diamantes”.
En este sueño aparecía él con una capa, como la de
los superhéroes, y parecida a la casulla que llevan los sacerdotes, que estaba
adornada con diez diamantes muy brillantes. Dos de esos diamantes abrochaban la
capa a sus hombros para que no se le cayera. Y cuando se estaba quedando
alucinado por toda la luz que desprendían los diamantes…todo se apagó! Y los
diamantes se convirtieron en polillas que destrozaron la capa.
Dice que en cada uno de los diamantes se leía algo,
y en los de los hombros, los que sujetaban toda la capa, ponía: TRABAJO y
TEMPLANZA.
Cuando años después Don Bosco entendió su sueño, le
explicaba a los salesianos que esos diamantes los tenemos todos, pero que
tenemos que cuidarlos para que no acaben las polillas con la capa, porque allí
donde había diamantes las polillas habían dejado agujeros y en los agujeros se
podían leer los enemigos de los diamantes, y en el caso de los hombros ponía:
sueño, y pereza. Esos son algunos de los enemigos de los dones y talentos que
esta semana nos proponíamos mejorar durante el curso, si nos puede la pereza no
sacaremos provecho a nuestros dones.
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